2.0. El Problema del Orden en las Sociedades Modernas.
Como ya se ha señalado, el desarrollo conceptual
presentado por Parsons en La Estructura de la Acción Social, es una discusión
de largo aliento que despliega en contra de lo que ha denominado como el
sistema utilitarista de la acción, que a su juicio, encuentra en el pensamiento
de Hobbes su formulación lógica más rigurosa. A grandes rasgos, uno de los
principales elementos analíticos de este sistema es la idea de individuo,
expresado teóricamente como un ‘atomismo conceptual’ de carácter fragmentario.
“La primera característica principal es cierto ‘atomismo’ y puede describirse
como la fuerte tendencia a considerar
principalmente las propiedades de actos unidad conceptualmente aislados y a
inferir las propiedades de los sistemas de acción sólo mediante un proceso de
generalización ‘directa’ a partir de estos”. Otro de los elementos principales del sistema utilitarista es la
noción de racionalidad de la acción humana. “El punto de partida, tanto
histórico como lógico, es la conceptuación de la racionalidad intrínseca de la
acción. Esta implica los elementos fundamentales de ‘fines’, ‘medios’ y
‘condiciones’ de la acción racional y la norma de la relación intrínseca
medio-fin. La racionalidad de la acción en términos de ésta es medida por la
conformidad en la elección de medios, dentro de las condiciones de la
situación, y de las expectativas derivadas de una teoría científica aplicada a
los datos en cuestión y enunciada, como dice Pareto, de forma "virtual".
Para Parsons, lo que particulariza
al utilitarismo como sistema de categorías es la centralidad que asume la
noción eficiencia como la norma al
momento de medir la racionalidad de los actores. “Todos estamos empeñados en
variadas actividades prácticas, en las que mucho depende de la ‘adecuada’
selección de los medios apropiados para nuestros fines, y en la que la
selección, dentro de los límites del saber normal en el lugar y tiempo en
cuestión, se basa en un eficaz conocimiento empírico de la relación intrínseca
entre el empleo de los medios y la realización de los fines”. La
centralidad que asume la norma de eficiencia para analizar la acción y su contenido
de racionalidad en el sistema utilitarista, hizo según Parsons, que los énfasis
explicativos se concentraran en la relación medio-fin, lo que llevó al
utilitarismo a abandonar el estudio de la naturaleza de los fines en su
conjunto. Estos para propósitos analíticos, se tuvieron que considerar como
dados (lo que les terminó por imprimir un carácter fortuito, es decir, no se
tenía –ni se consideró necesario- una explicación sobre la naturaleza de los
fines). Esta situación tiene como consecuencia que los procesos de interacción
entre individuos se comienzan a ver impregnados de aleatoriedad y, por lo
tanto, de importantes grados de contingencia. La consecuencia de todo ello es
que los procesos de interacción social quedarían totalmente abiertos, donde
cualquier suceso posible en la situación, tiene la misma probabilidad de acaecer.
Esto haría que los sistemas de acción se volvieran muy inestables, muy
irregulares e imprevisibles, tanto a nivel analítico como empírico.
Los elementos del sistema teórico
utilitarista, a saber: individuo, racionalidad y eficiencia (y su corolario
respecto de lo fortuito que resultan los fines dentro de tal sistema), y las
características que asumen sus relaciones, vinieron a plantear importantes
limitaciones a su desarrollo analítico y explicativo. “El efecto general de los
elementos individualistas de la tradición europea, en la medida en que tienen
interés para esta exposición, ha sido el
de subrayar la separación entre los
distintos individuos que constituyen una sociedad, especialmente con respecto a
sus fines. El resultado ha sido el de impedir la elaboración de algunas de
las más importantes posibilidades de la teoría de la acción: las referentes a la integración de los fines en sistemas,
especialmente las que implican una pluralidad de actores”. En esta observación radicaría el problema
teórico fundamental para Parsons en su intento de superar el sistema
utilitarista de la acción: explicar el orden social como un proceso de
integración mayor a los individuos que participan de tal orden a través de su
acción, enfrentando la cuestión de los fines de la acción (su origen), como
algo central. Su propuesta tenía que enfrentar el desafío de desarrollar una
teoría voluntarista, dejando de considerar a los fines de la acción como algo
fortuito y azaroso; sino que al contrario, como un proceso analíticamente
estructurado y ordenado. “El tipo utilitario de teoría… en la medida que tendía
a convertirse en un sistema cerrado sobre una base positivista, se
vio forzado a la hipótesis de que los fines eran fortuitos en relación con los
elementos de la acción positivamente determinados [ ] El
supuesto utilitario de los fines fortuitos es el único modo posible de
sostener, sobre una base positivista, el carácter voluntarista de la acción,
la independencia de los fines y los demás elementos normativos de la estructura
de la acción, a partir del determinismo, en términos de herencia y medio”.
Como se puede apreciar, para el
autor desarrollar una teoría verdaderamente voluntarista de la acción,
implicaba necesariamente definir de modo positivo (y no como categoría
residual) los fines que persiguen los individuos, de modo de evitar que los
elementos subjetivos de la acción se terminasen por diluir en los factores
invariables, condicionantes y externos de la acción, como ocurrió con
el utilitarismo (su “voluntarismo” finalmente reposaba en elementos materiales
y externos al actor, y no en su subjetividad de los individuos. De ahí que el
sistema utilitarista se constituye en un modelo de comportamiento adaptativo a
los condicionantes materiales externos de la situación que enfrenta el actor).
En la medida que un modelo de análisis resguarda la independencia y autonomía
de los elementos subjetivos que subyacen al comportamiento, sólo así es posible
afirmar que el actor y su subjetividad (componentes fundamentales del nivel
social de la acción), son componentes centrales del orden social. “No debe
olvidarse que puede fácilmente haber elementos hereditarios que ‘orientan’ la
conducta de acuerdo con una norma racional, pero sin el intermedio
independiente del actor, básico para la concepción voluntarista de la
acción. En la medida que esto sea cierto, cualquier aspecto subjetivo de la acción
resultará ser reducible a términos de sistemas no subjetivos”.
Cuando ocurre lo anterior, cuando la
subjetividad desaparece y la acción queda determinada por la herencia y el
medio (elementos externos a la subjetividad del actor e invariantes de la
situación), la idea de racionalidad de la acción sufre seria distorsiones.
Primero, la acción pasa a ser concebida como un proceso de adaptación racional
(instrumental, utilitaria), en la que el actor debe afrontar y resolver las
contingencias de una situación (la acción aparece sólo es su dimensión
reactiva, respondiendo principalmente a estímulos externos. De esta manera, la
acción ya no aparece orientada por los fines del actor, sino más bien por los
cambios en el ambiente situacional donde transcurre la acción). Otra pregunta
que queda como problema insoluble producto de la dilución o prescindencia de
los elementos subjetivos de la acción, es la cuestión del error en la acción:
¿cómo se pueden entender los yerros del actor cuando analíticamente, las
dimensiones subjetivas de la acción han perdido relevancia explicativa?; es
decir, ellos no podrían ser atribuidos al individuo. Si esto es así ¿quién se
equivoca, a quién se debe atribuir los errores y fracasos que se puedan
observar en la acción?
Para Parsons, todas estas
cuestiones se transformaron en problemas insolubles para el sistema de pensamiento
utilitarista, fracasando en su explicación voluntarista del orden, el que ahora
pasaba a depender de elementos invariantes de la situación y externos al actor
(elementos objetivos), prescindiéndose de los elementos de carácter subjetivos
atribuidos al actor. Paradójicamente, individuo y racionalidad, los elementos
que el utilitarismo deseaba rescatar (analíticamente) y conservar (social y
políticamente) para explicar la sociedad moderna y su orden, se volvieron
prescindibles. “Se ha mostrado que la postura utilitaria es intrínsecamente
inestable y que, para mantenerla dentro de un esquema positivista, es necesario
utilizar un apoyo metafísico y extra-positivista que, en los casos analizados
aquí, ha adoptado la forma del postulado natural de intereses”.
Para
el autor, las contradicciones lógicas en la que tuvo que incurrir el sistema
utilitarista, pueden expresarse en lo que llamó el “dilema utilitario”: optar
entre una postura positivista radical o una estrictamente utilitaria (distintas
versiones de este sistema de pensamiento). “El primer proceso suponía abandonar
completamente el esquema medio-fin como analíticamente indispensable; el último
significaba una creciente dependencia de supuestos metafísicos
extra-científicos”.
Alexander nos ofrece una excelente síntesis de la problematización a la
que llegó nuestro autor al analizar las contradicciones del sistema utilitario
de pensamiento. “Parsons cree que esta eliminación del voluntarismo mediante la
versión colectiva de la teoría utilitaria crea el ‘dilema utilitarista’. Si el
utilitarismo desea mantener la subjetividad y la libertad [del individuo],
tiene que permanecer individualista. Si desea explicar el orden de manera más
positiva, tiene que eliminar la agencia y volver a enfatizar los elementos
inalterables de la interacción humana, trátese de la herencia (instintos
biológicos) o del medio ambiente. Las segundas son condiciones que el actor no
puede controlar, cosas que no guardan ninguna relación con su identidad y
voluntad”.
La primera parte del dilema,
conserva al individuo y su libertad, pero convierte en un “zapato chino”
analítico a la cuestión del orden (se vuelve analíticamente inestable).
Producto de ello, recurre a elementos metafísicos para explicarlo, pero a costa
de sacrificar al actor y su subjetividad (su peso conceptual desaparece). Como
se puede ver, orden social e individuo, sociedad y libertad personal, se
convierten en categorías antinómicas, excluyentes e irreconciliables dentro del
sistema de pensamiento utilitario. Esto constituye su gran paradoja. Y dado que
para explicar el orden, se termina por prescindir del individuo como elemento
analítico, los factores de orden normativo como componentes estructuradores del
orden social, se evaporan. Como ya se ha indicado, estas no se realizan solas
ni automáticamente, sino que operan por medio de la acción que emprenden los
individuos. “En consecuencia, cuanto más rigurosa y sistemáticamente se han
llevado a cabo las implicaciones de la postura positivista, más precario ha
resultado el estatus de los elementos normativos de la acción que podrían
encontrar formulación adecuada dentro de un esquema positivista. Para Parsons, la solución al problema del orden planteado por Hobbes, el
surgimiento del Leviatán, proporciona una solución muy restringida e inadecuada
con los valores de la teoría liberal, además de plantear una serie de
cuestiones de difícil resolución y que resultan críticas al momento de analizar
el orden social, especialmente aquellas relacionadas con la cooperación social
y la reducción de la contingencia de la acción y la incertidumbre colectiva.